domingo, 3 de diciembre de 2006

Crisis de todo; pero sobre todo de salud.

por: Yanira Valenzuela

Desde hace décadas la ciudadanía se queja de los males que afectan a los servicios que por tradición son públicos y de los cuales al Estado les corresponde suplir de los recursos que han de servir de soluciones a los requerimientos de los usuarios.

Sufrimos de apagones y aunque la ciudadanía se queja de los mismos eso no constituye una razón para llenarse de miedo; esas mismas actitudes se señalan cuando de los deficientes servicios de la educación se trata. Igual hablamos de la basura, del transporte y hasta de la gasolina y el gas propano; pero cuando se habla de la salud y de sus deficientes servicios, entonces debemos llenarnos de espanto, junto con el miedo.

Porque la salud es la expresión física del esencial aliento de la vida y no hay nada más preciado que la salud. Es por ello que la falta de medicina, de sabanas y de otros elementos indispensables para la aplicación de las prevenciones o las curaciones médicas deben alarmar a los ciudadanos cuando ven que los servicios no se cumplen o que las deficiencias de estos son pronunciadas.

Que los servicios médicos se cumplan, y que las medicinas estén presentes es una obligación de carácter social que el Estado, o mejor dicho el Gobierno, deben satisfacer esta imperiosa demanda.





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